lunes, 19 de marzo de 2012

SUEÑOS PERDIDOS

Aún recuerdo el reflejo del sol sobre el agua; era una tarde de verano, como cualquier tarde de otoño. Quede con ella en el mismo lugar donde nos conocimos cinco años antes. Allí estaba yo como el reo que piensa que le será concedido el indulto; pero consciente de que la sentencia ya era firme. El aire soplaba de poniente y arañaba las olas que llegaban a la orilla de la playa como pequeñas ondas y se extendían hasta que tocaban mis pies.
Al llegar se sentó junto a mí, apoyo su cabeza sobre mi hombro y ví como sus lágrimas cruzaban su tez y goteaban en mi cuerpo. Pasamos un rato mirando el infinito mar sin hablarnos. No puedo seguir -fueron sus primeras palabras. En ese momento mi pulso se alteró pase de estar en un sueño a despertar y darme de cara con la realidad. Lo siento, te quiero pero no puedo estar más a tu lado, será lo mejor para tí, con el tiempo me darás la razón -toda esa frase la dijo de un tirón sin pestañear, con la frialdad de un juez, sabiendo que era una sentencia irrevocable.
Jamás hube sentido tal dolor en mi alma, estaba claro que me acababan de arrancar un trozo de mí. Al verme llorar intentó animarme, consolarme, pero no se puede ser verdugo y salvador al mismo tiempo. No comprendía como me podía pasar esto a mí. No podía parar de llorar, las olas; enfurecidas se acercaban cada vez más a mí. Nada tenía sentido en ese momento, toda mi vida todos mis sueños se estaban ahogando en ese mar.
Ella había cortado un lazo tan profundo que me alejaba; de su cuerpo, sus piernas, sus pechos, sus labios, su sonrisa, su pelo, de todo lo que amaba. Mis sueños, mis deseos, todo giraba entorno a ella, pero ahora todos estaban esparcidos por la playa; moribudos, muertos, otros flotaban intentando agarrarse a cualquier objeto esperando que fuera a salvarlos. Pero yo no tenía fuerzas para nada, miraba el ocaso del sol y veía mi propia vida. Mi herida no sangraba, emanaba toda clase de sentimientos; desde el primer beso, el primer polvo, cada momento de felicidad, hasta el último de los besos que me dio, todo se escapaba ¿Todo había sido una mentira?
Ahora era como un antiguo galeón que se aproximaba peligrosamente a un acantilado y podía quedar varado para siempre, tenía que coger el timón y enderezar el rumbo, nada ya de lo que había en la playa me pertenecía, formaba parte del pasado, el futuro estaba lejos de esa playa y el horizonte me ofrecía una vía inmensa, un nuevo camino por recorrer, tan amplio que me atraía y a la vez me asustaba. 
Ha pasado ya mucho tiempo desde aquel día en la playa, escribo esta carta para agradecerle lo que hizo por mí, no le guardo ningún tipo de rencor, nuestros caminos se cruzaron y se separaron, el destino me puso a su lado para aprender algo. A día de hoy sigo navegando por este mundo, buscando los trozos de mí, que perdí en aquella playa, a sabiendas de que tarde o temprano los encontrare, y colmaran mi vida como un día lo hicieron, mientras tanto, saboreo cada momento, en cada lugar donde desembarco bebo un sorbo de la vida.

jueves, 15 de marzo de 2012

Avenida del saber, si no contesto pasen sin llamar.

No hace mucho tiempo, paseando por la avenida Alfonso X, mal conocida como tontódromo, en el momento en que el día y la noche parecen solaparse y recordarle esta última que aún le quedan gotas de frío; para hacernos estremecer.
Me fijo como por arte de magia; como quien despierta de un letargo, en la hermosura de esta avenida; franqueada por imponentes árboles, que parecen tocarse entre ellos si elevas la vista; la singular calle Bartolomé Pérez Casas, donde uno puede perderse entre amigos para disfrutar de una cerveza o tomar un café en sus terrazas; salpicada y custodiada por bellísimos edificios, que guardan en su interior un poco de la historia de Murcia; es principio y final de la calle Trapería; es vecina de nuestro nuevo Romea, pero si a todo esto le añadimos la feria del libro su hermosura se multiplica. Todos esos mundos encerrados en pequeños pedazos de papel esperando que alguien se acerque a ellos para poder deleitarnos cuantas veces queramos.



Bajo la atenta mirada del Rey Sabio, la gente; ignorando o admirando su presencia transcurren por sus aceras ajenas a su esencia, porque yo era una de esas personas que ignoraban su presencia quiero dejar por escrito que este rey que se enamoró de Murcia; así fue pues dejó su corazón con nosotros. Tiene que ser mayor ejemplo para todos, que vemos la belleza en otras ciudades y no sabemos apreciar lo que tenemos, quizás por eso; por pensar que somos una ciudad pequeña, y no merecemos más, por eso somos lo que somos. Pero yo me siento orgulloso de ser de Murcia, es más me siento afortunado por haber nacido aquí, pero muchísimo más de aprender lo que desconocía.